Estar sola, completamente
sola, sin nadie con quién hablar. Nadie que te pueda escuchar.
En el momento en que más
necesitas un apoyo, nadie está.
Te sentís tan cansada, y tan
enferma.
Tus ojos vidriosos representan
dolor. Un dolor imparable para el cual no se encuentra ni un calmante que haga
efecto.
Sentís que estás rota, sangras
por dentro. Es una herida desmesurada difícil de cerrar. ¡No se cierra!
¡Cerrate por favor!
Buscas soluciones, las más
eficientes, pero nada mejora.
Miras hacia todos lados, hay
miles de personas rodeándote, pero nada cambia. No te sentís como se supone que
debe ser, satisfecha con ellos. No sentís lo que necesitas.
Vas lastimando tu interior
poquito a poco.
Las lágrimas incesantes que
recorren tus mejillas noche tras noche caen lentamente sobre tu boca
produciendo un grito ingente en arduo silencio.
¿Por qué parece que estamos
tan solos? ¿Por qué todo el tiempo necesitamos un sostén y no podemos
sostenernos en nosotros mismos?
Nada alcanza. Nada es
suficiente.
Tu sonrisa forzada arde en el
interior, pones tu mejor cara para disimular el sufrimiento intenso que viene
de años.
El mundo ve en vos una persona
valiente, sincera, fuerte, arriesgada, despreocupada, comprensiva, un perfecto
sostén.
¿Qué pensarían si descubrieran
que en realidad sos una persona exánime,
pesarosa, pusilánime, turbada, que esconde millones de mentiras dentro de sí ,
y que para empeorar las cosas no se comprende ni a sí misma?. ¿Un perfecto
sostén? No, claro que no.
Ni vos misma sos capaz de
sostenerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario